sábado, 21 de junio de 2008

REALIDAD, INTERNET Y ESCATOLOGÍA

Artículo de Carlos Martínez Gorriarán en su blog de “¡Basta Ya!” del 21 de junio de 2008.


Me pregunto hasta qué punto la falta de realismo no está en la raíz de muchos otros problemas más aparentes, sean políticos, económicos, sociales o culturales. Me refiero a lo que mis colegas filosóficos llaman “realismo epistemológico”, y que puede definirse muy brevemente como la aceptación de que existe una realidad que no tiene nada que ver con nuestros deseos, imaginación, intereses o preferencias. Es una premisa necesaria para pensar bien y entender lo que hay (lo que es el caso, en la jerga). Nosotros formamos parte de esa realidad externa –objetiva, se dice también-, y no la hemos fabricado, ni inventado o soñado. Contribuimos modestamente a su configuración presente con nuestras acciones y omisiones, pero por lo demás la realidad obra, digamos, pasando de nosotros. En realidad –valga la redundancia- nos hace mucho más de lo que somos capaces de hacerle de uno en uno. Lo que, llevado al terreno del pensamiento, significa que la realidad está ahí y que podemos escrutarla, investigarla y poner nombres a sus componentes y estructuras, pero sin que ello les afecte demasiado. Llevado el principio al campo de la acción, supone que todo lo que hagamos deberá conciliarse con esa realidad externa que nos pondrá sus condiciones sin demasiados miramientos.
Es, en efecto, puro sentido común. Un sentido común que, como ironizaba Descartes, todo el mundo cree tener en cantidad suficiente, aunque sea dudoso a la vista de la conducta humana. Lo cierto es que ese sentido común del principio de realidad entra en grave crisis de vez en cuando, si no muy a menudo. Así, las creencias en la magia y lo sobrenatural se oponen al principio de realidad tratando de convencernos de que hay medios y maneras de saltarse las reglas reales: es la gente que cree en los horóscopos y cosas así, o está dispuesta a creer en tratamientos mágicos y milagrosos de lo más variado (digamos a este respecto que el realismo epistemológico es una especie de teoría laicista del conocimiento). Pero la cosa no se limita a las personas ingenuas o poco educadas, o a las culturas primitivas y las sectas religiosas. No: el movimiento posmoderno, que todavía colea, tuvo gran éxito en la empresa irrealista de convencer de que no existe nada que podamos considerar “real”, en el sentido de ajeno a nosotros; por el contrario, todo lo que llamamos real sería pura percepción, fenómeno, literatura, metáfora, mito, obra de la imaginación y criatura del lenguaje. El postmodernismo, especialista en deconstruir pero bastante negado para construir algo distinto a escombreras de ideas rotas y parciales, tuvo gran recepción en las facultades universitarias, y lo sigue teniendo, porque proponía sustituir el duro esfuerzo del conocimiento crítico de la realidad por un juego mucho más divertido, consistente en decir lo que te dé la gana sobre cualquier cosa mediante juegos de lenguaje sin posibilidad alguna de verificación (pues no hay “verdad” alguna, como tampoco “realidad”, que no sea un juego verbal). Juan José Ibarretxe, Bibiana Aído o José Luís Rodríguez Zapatero, entre muchos otros, pueden ser considerados herederos indirectos de este deporte seudofilosófico.
(Bueno, no se impacienten, ya vamos llegando al meollo del asunto) Sigamos con los enemigos del realismo epistemológico. He conocido unos cuantos desde que comenzamos con UPyD, y cosa notable, ninguno es profesor de filosofía o “científico social”, colectivos dado a tales divagaciones. Muchos de ellos se presentan como campeones de la regeneración democrática: diríase de algunos que se consideran a sí mismos encarnaciones ambulantes de la democracia misma, al modo en que los grandes lamas encarnan avatares del Buda. Su sola aquiescencia es garantía de pureza y rectitud democrática, su reproche de lo contrario. Pero están gravemente afectados de odio al realismo epistemológico: no les interesa nada la realidad ni como trabajar para transformarla, eso que llamamos política, sino solamente el modo en que la política coincide con sus prejuicios acerca del modo en que debería ser. Esto es, han renunciado a hacer política. Dicho esto, comprendo su indignación y su decepción con UPyD, este modesto y nuevo partido nuestro con más expectativas y planes que medios y éxitos. Su indignación porque nosotros queramos hacer política (es más, para eso hemos creado y estamos haciendo un partido político, no para gozo de los Budas de la Perfecta Democracia). Y su decepción, porque este partido haga política en vez de concentrarse exclusivamente en la Forma del Partido (engendro de lejanas resonancias platónicas, claro). Por ejemplo, dando más importancia a las proposiciones de ley en sede parlamentaria que a la redacción de reglamentos internos.
Así como los enemigos del principio de realidad creen que pueden cambiarla o eludirla mediante ensalmos, ritos y creencias varias, los tipos a los que me refiero creen que pueden eludir la obligación de hacer política volcándose en la metafísica del partido, con lo que consiguen hacerlo volcar (ejemplo, el de Ciudadanos). Como suele pasar, esa metafísica es escatológica, es decir, se vuelca en la salvación del Concepto Perfecto de Partido. No es menos sabido que “escatología” tiene, en nuestra lengua común, una doble y contraria acepción semántica: ciencia de la salvación espiritual y afición a lo excrementicio. Por eso tienden sus partidarios a producir mucha mierda y a propagarla mediante los nuevos ventiladores proporcionados por la tecnología informática: blogs, foros, webs escatológicas donde la discusión política degenera en afición a llenar todo y a todos –los otros- de mierda. Como buenos enemigos de la realidad, han terminado por negarla y sustituirla por internet. Nacidos para salvar al mundo de la perfidia de los Enemigos de la Libertad Ciudadana, combaten sin descanso por encerrarlo en sus foros escatológicos. Están convencidos de que su mefítica fosa séptica es muy superior a cualquier partido realmente político, como UPyD. Me pregunto si un tratamiento de realismo epistemológico podría aliviarles de su triste condición y traerles quizás al mundo de los seres humanos con sentido común, pero mucho me temo que la filosofía será impotente donde sólo se admira la mala fe, se propaga el delirio escatológico y se abomina de todo realismo político. En fin, que no tienen remedio.

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