martes, 21 de octubre de 2008

REUNION AMIGOS DE UPyD


Jueves 23 de octubre de 2008
(Se mantiene la entrada por los comentarios)

sábado, 18 de octubre de 2008

VÍCTIMAS CONVERTIDAS EN VERDUGOS

VÍCTIMAS CONVERTIDAS EN VERDUGOS Por: Sebastián Urbina.

Es típico de las sociedades totalitarias. No solamente las víctimas son convertidas en verdugos sino que los verdugos se convierten en víctimas. Pero ¿acaso la sociedad catalana es una sociedad totalitaria? Claro que no. En las sociedades totalitarias hay un poder absoluto del Estado y la libertad está grave y sistemáticamente restringida. Los casos de Stalin y Hitler podrían ejemplificar a este tipo de sociedades. No, creo que la sociedad catalana es, en preocupante medida, una sociedad autocrática.

¿En qué sentido? Hay una fuerte concentración del poder político en una sola dirección, el catalanismo obligatorio; hay un intento sistemático de permear todas las instituciones de la ideología catalanista; un intento de controlar la educación y los medios de difusión para perfeccionar esta tarea de adoctrinamiento generalizado; hay una descalificación y discriminación sistemáticas de los disidentes, del que A. Boadella es un ejemplo destacado. Finalmente, la mentira es el colofón necesario para negar toda esta tarea de ingeniería social que llevan adelante los políticos catalanistas. Con el apoyo de los autocalificados socialistas. ¡Y ellos se creen progresistas!

En esta sociedad tan avanzada, el secretario general de ERC, que forma parte del gobierno catalán, y diputado en el Congreso, afirmó ayer que el Tribunal Constitucional estaba 'deslegitimado' para resolver sobre el recurso contra el Estatuto de Cataluña. Añadió que si la sentencia es adversa 'habrá que dar la voz al pueblo catalán'. Imaginamos que mientras se cantan canciones patrióticas.

En esta sociedad tan avanzada, Carmelo González, un padre que ayunó para educar a sus hijos en español (ya sé que es increible) ha sido acusado de estar 'obsesionado' por la política lingüística de la Generalitat, de sufrir 'inadaptación social' y de 'utilizar' a sus hijos para su 'cruzada'. Este es un dramático ejemplo de conversión de una víctima en verdugo. Son los aromas pestilentes de la política catalana actual.

Cuenta Malinowski, en 'Crimen y costumbre en la sociedad salvaje' que con motivo del asesinato de un marido a manos del amante, y dada la ausencia de policías, jueces y cárceles, se procedió al aislamiento social del asesino. En una tribu, el individuo no es nada. Es como una gacela. Fuera del grupo no tiene escapatoria. Perece. Y así fue. Deambuló triste y enajenado por el poblado y sus alrededores hasta que se suicidó, colgándose de un árbol.

No creo, afortunadamente, que Carmelo tenga que hacerlo. Pero el ejemplo sirve para mostrar la soledad del corredor de fondo en una sociedad recelosa y cautelosa. ¿Y cobarde? ¡Silencio, hermanos! Dejemos que Carmelo vaya al psiquiatra. Es lo menos que le puede pasar al que se enfrenta a la Idea Sagrada. ¡Qué más da que la ley le apoye! No la cumplimos cuando no queremos hacerlo y no pasa nada. ¡Españolista el que lo diga! Además, en última instancia, lo que cuenta es, como dice Joan Ridao, 'la voz del pueblo catalán'. O sea, un orfeón. Por favor, tomen nota del que desafine.

Y seguiremos con las mentiras, rebozadas de sonrisas, hasta que la gente decida que ya no puede soportar más su maquillaje.

Sebastián Urbina.

viernes, 17 de octubre de 2008

EL SER O NO SER DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS

Artículo de Gerardo Hernández Les * en “La Opinión” de Málaga del 17 de octubre de 2008

El debate sobre la naturaleza y funcionamiento de nuestros partidos está abierto desde el origen de nuestra reciente democracia. Nuestra transición democrática fue, en realidad, un proceso cruento para sus principales actores políticos. Unos (la UCD) pagaron la factura del franquismo y otros (el PCE) la del antifranquismo. Nadie duda de que el gran beneficiario de aquella coyuntura histórica fue el PSOE. Pero la ilusión que despertó en los ciudadanos la llegada de los socialistas al poder en 1982 no les hizo diferentes a los demás partidos nacionales en cuanto al papel que el partido debe jugar respecto al resto de la sociedad y ante sus propios militantes. Seguramente, si ha habido un partido, en todos los años de nuestra democracia, en el que el poder del aparato ha sido impermeable a la participación de los ciudadanos, pero, sobre todo, a la de sus propios afiliados, en cuanto a la igualdad de oportunidades respecto a la ocupación de cargos orgánicos o presencia en las listas electorales, ese ha sido el PSOE.
En cuanto al PP, no parece tampoco ante la opinión pública como un dechado de democracia. El conflicto interno vivido en la preparación del reciente Congreso de Valencia, y su desenlace final, no es precisamente el mejor ejemplo para resolver los problemas de liderazgo en una sociedad avanzada.
Sirva esto para decir que nuestros partidos no son ajenos al deterioro que ha sufrido nuestra democracia desde la aprobación de la Constitución en 1978. Siendo, los partidos, constitutivamente la columna vertebral de cualquier régimen democrático, en nuestra sociedad no han sabido jugar el papel equilibrador que se les demandaba, y su función se ha concentrado en seleccionar élites gobernantes y promocionar cargos públicos, más que de ser auténticos representantes de los ciudadanos. Su obsesión por hacerse con el control de todas las instituciones sociales (públicas y privadas), y su aspiración -cuando gobiernan- de confundir el Partido con el Estado, les hace responsables en alto grado de la mayor parte de los problemas que hoy padece la democracia española.
Son estos partidos los que han terminado por hacer del Parlamento una lonja donde ponerse de acuerdo en los despachos sobre el valor y precio que conllevan las relaciones de poder y su reparto, y no el lugar donde debatir sin ventajismos los problemas que preocupan a los ciudadanos.
Sabemos que hacer en España un partido plenamente democrático es muy difícil, máxime en una sociedad con un evidente déficit de cultura democrática, y presa de la apatía participativa que los propios partidos hegemónicos le han infundido; pero también sabemos que no es posible regenerar la democracia con estructuras partidarias que han demostrado tener éxito para crear y perpetuar nomenclaturas políticas, pero no para servir a los intereses de los ciudadanos.Los medios y los fines son inseparables. No es posible lograr metas pretendidamente transformadoras con estructuras burocráticas y autoritarias, que sólo pueden albergar militantes oportunistas, sumisos al poder dominante del momento, y cuadros políticos predispuestos a realizar una práctica política manipuladora, cuya lógica -que no es otra que la de servir a su propio interés personal- va por un lado, y la de la sociedad va por otro.
Un partido de nuevo tipo, alternativo a las agotadas formaciones políticas conocidas, tiene que elevar el listón ético de la democracia y entender que ésta no es sólo un sistema para elegir gobernantes, sino una forma de vida y de convivencia, que todavía está lejos de hallarse entre nosotros. Ello exige esforzarse en crear una nueva cultura política, ejemplarizándola en su propio seno, y difundiéndola en la sociedad con todos los medios a su alcance. Es un trabajo de muchos años, y reclama la apertura de una vía que vincule la política con la cultura, con la cultura en general.
En los partidos, como en la sociedad, existen dirigentes y dirigidos. Esta jerarquización se acepta con naturalidad cuando los unos son fruto de la legitimidad democrática y los otros disponen de los cauces de participación adecuados, y las funciones de responsabilidad y de subordinación se suceden de forma alternativa y reglada. Estamos hablando de formas propias de una democracia abierta que, hasta ahora, no han sido las propias de nuestro Estado de Partidos.
Es claro que cuando hablamos de democracia -en la sociedad y en los partidos- no estamos hablando de democracia directa ni de toma de decisiones asamblearias, sino de democracia representativa, o sea, elecciones primarias, voto directo y secreto, listas abiertas, y consecuente legitimación para el ejercicio temporal de los cargos electos. Lo contrario es, con todo el maquillaje ´democrático´ que se quiera, entronizar algún tipo de poder burocrático, que para sostenerse y justificarse ante si mismo y ante los ciudadanos, sólo puede fundamentarse en la sutil utilización (y a veces ni eso) del principio de autoridad y en el culto a la personalidad de los líderes.Un partido que apueste por la democracia interna sin tapujos, no permitirá que sus militantes tengan menos derechos que los que la Constitución otorga a cualquier ciudadano; ni tampoco la incoación de expedientes de expulsión a quienes no incurran en presuntos delitos que puedan estar tipificados en el Código Penal.
En las actuales estructuras partidarias ha calado la opinión de que practicar la democracia supone riesgos, por eso las elecciones primarias en España no han pasado de la fase de estado embrionario. En realidad, los riesgos sólo los corren quienes dirigen los partidos y están obsesionados por controlarlo todo, y convencidos que solamente ellos saben lo que les conviene a los demás.
Pero en España, si queremos regenerar la sociedad, tendremos que empezar por regenerar nuestros partidos y fortalecer su imagen y credibilidad ante los ciudadanos; y eso sólo será posible con más democracia interna, aceptación de la discrepancia, más debate -todo lo ordenado que se quiera- y menos modelos de control. Este es el reto que tenemos por delante quienes no nos resignamos a vivir en una sociedad desarrollada con un régimen democrático de tan baja calidad como el que ha devenido en la España del presente.

* Miembro del Consejo Político de Unión, Progreso y Democracia y coordinador del partido en Málaga

lunes, 13 de octubre de 2008

DERECHOS E INDIVIDUOS

DERECHOS E INDIVIDUOS Por Sebastián Urbina.

Los derechos no son parte de la naturaleza como lo son, por ejemplo,las piedras. Tampoco los individuos. Una cosa es la existencia de miembros de la especie 'homo sapiens' y otra cosa distinta son los individuos. Los seres humanos hemos creado, a lo largo de la historia, la rueda, la máquina de vapor, la penicilina, los aviones y un largo etcétera. En este 'largo etcétera' tenemos que incluir los derechos y los individuos. Son, por tanto, creaciones nuestras.

Empezaremos por los individuos. Es probable que el individualismo, del que los occidentales somos herederos, tenga uno de sus relevantes orígenes en Sócrates. Sócrates animaba a conocerse a sí mismo. Así figura en el templo de Delfos, 'Conócete a ti mismo'. Pero no se trata del individualismo propio de la sociedad post-industrial de nuestros días. Pretendía que los hombres reconocieran sus límites, su ignorancia, y que entendieran que el conocimiento reside en la virtud.

Durante mucho tiempo no existió un concepto de dignidad humana quepudiera oponerse a la comunidad y que se tradujera en derechos individuales. Es por eso que Antígona, el famoso personaje de latragedia de Sófocles, sólo puede apelar a leyes divinas para oponersea las leyes humanas promulgadas por el tirano Creonte.

La idea de dignidad, el valor intrínseco de los seres humanos por el hecho de serlo, tiene mucho que ver con las ideas iusnaturalistas. Es cierto que Guillermo de Ockam anticipó la idea de derecho subjetivo através del concepto de ius fori, para referirse a la potestad de reivindicar jurídicamente alguna cosa como propia. Pero el énfasis hay que ponerlo en los llamados derechos naturales, que no dependían ni de la ciudadanía, ni de las leyes del Estado. Estas ideas, de los derechos naturales inalienables, se plasmaron en las Declaraciones de Derechos de finales del siglo XVIII. La Escuela de Salamanca, Grocio, Locke y otros, ayudaron a configurar estas revolucionarias ideas que se insertan, aunque modificadas, en los actuales Derechos Humanos.

Al hablar de individuos pensemos en Ortega y su conocida afirmación de que la vida es un proyecto en una determinada circunstancia. Este proyecto, para que tenga sentido, ha de ser libre, aunque sea dentro de los límites de mi circunstancia. Cuando el sujeto no es autónomo sino miembro de una tribu, de un rebaño, la individualidad y el individuo no han aparecido todavía. Pero el individuo es compatible con la afirmación de que es, también, un ser social. Sin embargo, el individuo es incompatible con la afirmación de que es miembro de una tribu, la oveja de un rebaño.

La aparición, lenta y costosa, del individuo y la individualidad van de la mano de nuevas ideas, de nuevas instituciones, de nuevos sistemas de simbolización. Pero si el individuo y la individualidad quebraron el sueño romántico de una comunidad primigenia, feliz y hermanada, la historia no acaba aquí. Algunos dicen que el capitalismo, no satisfecho con la destrucción de la comunidad, ha destruido, a su vez, la individualidad.

¿Cómo? Por medio de la sociedad de consumo. Masas de consumidores compulsivos aceptarían el nuevo 'opio' del pueblo, el consumismo. Si el individualismo era malo por haber destruido la comunidad primigenia y sus lazos sagrados, ahora es peor. Del egoísmo individual de las sociedades industriales habríamos pasado a los rebaños alienados yconsumistas de las sociedades post-industriales. De ahí la añoranza por el 'buen salvaje' de Rousseau y mitos similares. Ellos nos devolverían a la Arcadia feliz, al claustro materno.

Porque el hombre primitivo, se dice, era feliz. La civilización, el dinero y la propiedad privada habrían desviado a los hombres de su verdadera esencia, creando necesidades falsas y artificiales. Pero no todo está perdido. Quedan algunos resistentes que no se dejan arrojar al abismo del consumo y el conformismo. Ellos serían los pocos que se atreven, lúcidamente, a denunciar esta nueva tragedia alumbrada por el capitalismo sin escrúpulos.

Volvamos a la realidad y preguntémonos ahora por los derechos subjetivos. Recordemos algo que ayudará a entender el problema. Una expresión como 'derechos subjetivos', tiene propiedades esenciales en la medida en que las personas hagan de tales propiedades condiciones necesarias para la utilización de tal expresión. Utilizaré la palabra 'relevantes' (en vez de 'esenciales') para referirme a las características o propiedades de los 'derechos subjetivos'. Estas expresiones aparecen en contextos históricos concretos y dependen, para su significado, de los usos que las personas hacen de las mismasy de las características relevantes que les atribuyen.

Una diferencia importante entre el iusnaturalismo tradicional ylos planteamientos positivistas, en general, es que, en el primero, el derecho subjetivo es independiente de lo que diga el derecho objetivo. Pero en el segundo, no es así. De ahí que para este último, alguien tiene un derecho subjetivo solamente cuando está incorporado o reconocido por el derecho objetivo. Es decir, por el sistema jurídico vigente.

Esto plantea los consabidos problemas de si la justicia legal agota lo que es justo, o si hay espacio para la justicia extra-legal. En resumen, Pepe tiene un derecho subjetivo a vender su piso a María, si el ordenamiento jurídico vigente reconoce que personas con ciertas características (que cumplen Pepe y María) pueden vender y comprar un piso, cumpliendo ciertas formalidades.
Ahora bien ¿qué sucede con las personas jurídicas? Sabemos que Pepe yMaría existen. Los conocemos y hemos hablado con ellos. Pero ¿podemos conocer y hablar con una persona jurídica? ¿Qué tipo de existencia tiene?

La existencia de las personas jurídicas, como una sociedad anónima, pertenece a una categoría ontológica diferente a la de las personas de carne y hueso. Se trata de existencias derivadas. También las podemos llamar 'constructos'. Pues bien ¿tienen las personas jurídicas derechos subjetivos, como los tienen Pepe y María? Vayamos por partes. ¿Qué es una persona jurídica?

Hay diversas teorías acerca de lo que es una persona jurídica. Unos han dicho que no hay personas jurídicas sino que se trata de un conjunto de bienes afectados a un determinado fin. Por ejemplo, obtener beneficios, u otro cualquiera. Otros han dicho que las personas jurídicas son entidades reales que se independizan de la voluntad de las personas humanas que las han creado. Otros han dicho que son ficciones útiles. Por su parte, Hans Kelsen decía que la persona jurídica es un conjunto de normas, pero resulta difícil admitir que a un conjunto de normas se le puedan atribuir derechos y deberes.

Parece que la idea de Herbert Hart es la más aceptable. Recordemos que hay términos con referencia. Por ejemplo, 'mesa' tiene como referencia un artefacto que usualmente tiene cuatro patas. Pero hay términos o expresiones sin referencia. A diferencia de 'mesa', el término 'justicia' no tiene referencia. Este sería, también, el caso de 'persona jurídica'. Por tanto, 'persona jurídica', cumpliría una función técnica, sin que se refiera a ningún hecho o cosa que podamos ver y tocar.

En conclusión, en vez de tratar de entender 'persona jurídica' por referencia a cosas, o por referencia a organismos supraindividuales, pensaremos en términos de funciones. En tal caso, la pregunta pertinente será, ¿Qué funciones cumplen las personas jurídicas?

Hemos visto un ejemplo en el que María compra un piso a Pepe. ¿Qué sucede si Luís compra un piso, en su calidad de Presidente de una sociedad anónima? Que no lo hace para si mismo, sino en representación de la sociedad. Pero esto tiene consecuencias, que no son naturales sino jurídicas. Por ejemplo, no podrá dar este piso en herencia a su hijo Antonio ya que no es de su propiedad, sino que pertenece a una persona jurídica de la que es representante.

Si Luís (persona física) compra un piso puede expresar su voluntad ante el Notario y ante el vendedor del mismo. Pero ¿puede una persona jurídica ir al Notario y manifestar su voluntad de comprar un piso, como puede hacer Pepe? No puede. Tendrán que ser personas físicas, debidamente acreditadas, las que tengan que actuar según digan las leyes vigentes. Aunque lo hagan en representación de una persona jurídica. Las personas jurídicas sin personas físicas son como los coches sin gasolina. No pueden andar.

El problema no es que nuestras creaciones (como las personas jurídicas) cumplan una serie de funciones, más o menos beneficiosas para los seres humanos. El problema aparece cuando se cree que tienen vida propia. Esto sucede con términos como 'clase obrera', 'Nación', 'Estado y burocracia', etcétera. Algunas personas creen en ellos como entidades autónomas, que están por encima de los seres humanos de carne y hueso. Este es el caso de 'la Nación' para los nacionalistas.

En resumen, Max Weber decía que las formaciones sociales no son sino desarrollos y entrelazamientos de acciones específicas de personas individuales. Pues bien, algo parecido podemos decir de las personas jurídicas.

El proceso de concentración urbana que se produce entre los siglos XVII y XVIII en Europa, fomenta enormemente la riqueza, el comercio, los intercambios, la complejidad social, así como el énfasis en el individuo y el individualismo. La división del trabajo, la contabilidad racional, la búsqueda del beneficio al margen de las necesidades domésticas, la ética protestante, entre otros elementos, ayudarán al desarrollo y consolidación del capitalismo. Que es el que más y mejor ha fomentado el individualismo, los derechos individuales y la responsabilidad individual.

Además, no ha destruido la comunidad, sin más, sino un cierto tipo de comunidad en la que el individuo tiene un papel subordinado frente a los supuestos intereses objetivos (y mejores) de cualquier animal metafísico, llámese 'la Nación', 'el Colectivo', 'el Bien Común', 'el Estado' y similares. Todo esto no significa que la división social del trabajo y la especialización no planteen problemas. Pero no los analizaré aquí.

La sociedad industrial es una de las formas en que se materializa la distinción hecha por el sociólogo F. Tönnies entre las relaciones humanas de carácter comunitario (Gemeinschaft) y las relaciones humanas de carácter societario (Gesellschaft). En las primeras, hay relaciones interpersonales (digamos, cara a cara), poca división social del trabajo y fuerte cohesión social. En las segundas, la convivencia es más anónima, el consumo es más individualizado y hay una intensa división social del trabajo.

Se trata, en definitiva, del paso de las sociedades agrario-tradicionales a las sociedades industriales, más individualistas, más secularizadas y con menor cohesión social. A pesar de que ninguna de las dos formas citadas se materializa de forma absolutamente pura y excluyente. Por ejemplo, las relaciones familiares son un caso de relación comunitaria (Gemeinnschaft) que se mantiene dentro de un contexto societario (Gesellschaaft).

En la sociedad civil, las tendencias comunitarias se han apoyado, principalmente, en la tradición hegeliano-marxista. En cambio, las tendencias societarias se han apoyado, entre otras, en las aportaciones de la escuela moral escocesa del siglo XVII. ¿Qué importancia tiene esto? Veámoslo.

Los ilustrados escoceses (liberales del siglo XVIII) elaboraron una definición de sociedad civil en la que se enfatizaban las libertades políticas con gobiernos limitados, la libre asociación entre individuos y el libre mercado. Podemos ver que individuo, libertades y propiedad privada son ingredientes esenciales en esta visión de sociedad civil. Sin embargo, aunque enfatizaron la importancia de los individuos autónomos y responsables no ignoraron que estaban insertados y arraigados en una comunidad.

Pero hay otra visión de la sociedad civil. Importante como la otra pero muy diferente en sus postulados y consecuencias. Es la tendencia hegeliano-marxista. En esta tradición (con sus matices y tendencias) se enfatizan, no los individuos de carne y hueso, sino los sujetos colectivos. Estado y burocracia, clase obrera o Nación, serían entes colectivos privilegiados. De ahí el culto al Estado, o el culto a la Nación. Sólo interesa decir que, en esta visión de la sociedad civil, los sujetos colectivos se autonomizan y adquieren vida propia. Una consecuencia es que los individuos de carne y hueso pierden importancia y autonomía, y se subordinan a los supuestos intereses objetivos de estos 'animales metafísicos'. Un verdadero peligro para la libertad individual.

Los Derechos Humanos, a los que antes me referí, suelen dividirse en D.H. de 1ª, 2ª y 3ª generación. Los de 1ª Generación son derechos frente al Estado. Es decir, son derechos para que el Estado no interfiera en la vida de los ciudadanos. Como decía Kant, 'para que cada uno pueda buscar la felicidad a su modo'. En cambio, los D.H. de 2ª generación son, por el contrario, derechos en los que se exige que el Estado intervenga en la vida de los ciudadanos. Se trata de derechos sociales, como las vacaciones, la vejez, seguros sociales, etcétera. Mientras que los de la primera generación se llaman derechos de libertad, los segundos se llaman derechos de igualdad. Finalmente, los D.H. de 3ª generación se refieren, básicamente, a un medio ambiente equilibrado y sostenible; derecho al desarrollo, y derecho a la paz.

Con independencia de que sea sensato extender los derechos (más allá de los derechos de 1ª generación y unos mínimos (y sostenibles) derechos sociales) es importante retener que la principal función de los derechos individuales es la de ser un límite a los objetivos colectivos. Dicho con otras palabras. Permiten evitar que con la excusa (más o menos justificada) del bien común, se violen derechos individuales básicos.

Y esto ¿por qué? Porque, afortunadamente, creemos (eso espero) que el individuo es el reducto inviolable que permite que la sociedad democrática tenga sentido. No se trata de negar ni la sociedad, ni el bien común. Se trata de no olvidar la recomendación de Milton Friedman.

'Una sociedad que pone la igualdad por encima de la libertad, terminará sin libertad ni igualdad'.

¿Por qué? Porque las mayores cotas de igualdad se consiguen a costa de la libertad de los demás. Y si queremos vivir en una sociedad de hombres libres no podemos acosar y estrechar la libertad para conseguir una utopía peligrosa e inalcanzable, la igualdad material, la igualdad de resultados. Es el tipo de igualdad ambicionado por la tradición hegeliano-marxista y compañeros de viaje.

En su libro 'La dignidad del individuo', dice David Boaz, "Los conservadores desean ejercer el papel de padres, decir a los ciudadanos lo que deben y no deben hacer. Los socialdemócratas quieren reemplazar a las madres, alimentar a los ciudadanos, vestirles, limpiarles la nariz. Los liberales sólo desean tratar a los ciudadanos como adultos".

Terminaré con un canto a la libertad, que no sólo incluye los derechos subjetivos sino, también, la responsabilidad individual, rechazada por los que creen en rebaños y tribus, amparados en teorías comunitaristas de diverso signo. Recordemos que las personas que no quieren ser responsables de sus actos, los imputan a 'la sociedad', a 'los padres', a 'los maestros, o lo que haga falta. De ahí que se conviertan en 'niños perpetuos'. Son los que exigen derechos, pero repelen las obligaciones y la responsabilidad individual. Y siempre hay políticos irresponsables que animan a los ciudadanos a convertirse en niños, para poder ejercer de padres y madres. Putativos, por supuesto.

Sebastián Urbina.