lunes, 11 de mayo de 2009

AL CUARTO OSCURO

Francisco Franco acostumbra a hacer apariciones más o menos afortunadas en espacios en los que su presencia no era esperada. Su espíritu campea con donaire por los sistemas verticales de la mayoría de los partidos políticos democráticos. También acostumbra a oírsele en las conversaciones de los ciudadanos cuando protestan por el incumplimiento de la ley en Cataluña por parte de sus gobernantes. Así, a menudo se escucha decir “En materia lingüística, estamos peor que en la época de Franco”. Sorprendentemente, estas comparaciones ponen de los nervios a algunos de los que luchan contra el nacionalismo catalán. Admito que no es una comparación políticamente correcta en un momento, y territorio, con mucha tensión política en temas identitarios. Pero ‘cogérsela con papel de fumar’, con personas que practican la exclusión lingüística en las escuelas, se ha demostrado que solo retrasa y alarga la agonía de una injusticia.

No es ni moral, ni democrático, ni civilmente aceptable que desde las administraciones publicas, con el dinero de todos los contribuyentes, se apueste por un modelo educativo que impide escolarizarse en el propio idioma materno, especialmente, cuando la lengua española es el idioma oficial del país donde uno nace. Los políticos han conculcado el derecho de muchos ciudadanos que viven en Cataluña, que tienen tanto derecho a sentirse españoles y felices de reconocerse en una cultura española, como lo tienen los catalanes a sentirse satisfechos de identificarse con claves propias de su acervo común.

Por lo tanto, creo oportuna la comparación con la época de la dictadura, en materia educativa, con la actual dictadura cultural catalana que vivimos los españoles en Cataluña. La única diferencia es que, entonces, las lenguas prohibidas eran los idiomas locales, mientras que, en la actualidad, la censura se ejerce sobre la lengua española. La perversión y la inmoralidad siguen siendo las mismas. Con el agravante de que, en la actualidad, la expulsión de la cultura española al cuarto oscuro, se hace en nombre de la democracia.

La posibilidad de desconexión con la cultura española, a base de considerar la lengua castellana impropia en el entorno educativo, está más que garantizada. No solo ‘ordena’ la legislación. La cultura también ordena y condiciona nuestro comportamiento y forma de pensar. Lo que ocurre en Cataluña es una apuesta por eliminar la opción de reconocerse como miembro de la cultura española, paso previo a la extinción de cualquier trama de afectos o mestizaje entre dos maneras legitimas de crear significados comunes. Por lo tanto, en estos menesteres, será necesario disciplinar nuestra mente en la practica de la tolerancia cero contra cualquier impedimento a ser escolarizados en castellano.

Una cultura, como todas las demás, remite a episodios de su historia que nadie quiere ver repetidos, pero que, lamentablemente, algunos no cejan en su empeño por reeditarlos y tergiversarlos. Una muestra de esto último son las escaramuzas de los enemigos de la libertad de hoy, entre los que se encuentran bastantes de aquellos protagonistas del pasado, catalanes franquistas de brazo en alto en su día, verdugos y víctimas del tiempo que les tocó vivir. Solo hace falta acudir a las hemerotecas para sorprenderse con algunos nombres ilustres. Por lo tanto, no es de extrañar que en Cataluña la figura de Franco no la quieran ni para ilustrar comparaciones en contra del nacionalismo catalán. Se nota que les duele mucho reconocerse en un antepasado autócrata.

Y si les duele, argumentalmente hablando, estamos en el buen camino y habrá, pues, que recurrir al símil cuantas veces creamos oportuno. Si no somos contundentes en nuestra beligerancia contra el nacionalismo, denunciando sus excesos y abusos, incluso con comparaciones que despierten de su conformismo a los durmientes, habremos perdido años irrecuperables en la defensa de una cultura, la española, que en Cataluña es perseguida desde el estamento público. Y, un día, nos despertaremos en el ‘cuarto oscuro’ de las causas perdidas, el lugar a donde seremos expulsados por los nacionalistas, con ayuda de los practicantes de la corrección política.

Y, por favor, no nos hagamos ‘de nuevas’ con aquello tan manido de que no está amenazada la supervivencia del ‘español’. La lengua castellana sobrevivirá en Cataluña. La cultura que la acompaña también lo hará. Pero, a este paso, será la hermana pobre, relegada a ser la cultura subalterna y del servicio, la cultura de los ciudadanos de segunda, en el mejor de los casos. Por lo tanto, el debate, inevitablemente, será tenso. Se mezclan consideraciones políticas y manipulaciones del poder por medio de la lengua, del sistema educativo y medios de comunicación. No hacemos bien en posponer la discusión, ni de en esconder la cabeza bajo el ala. Es una confrontación y no la he iniciado yo, ni otros como yo. El frente se encuentra en el Palacio de la Generalitat.

Pilar Gª Jauregui