sábado, 18 de octubre de 2008

VÍCTIMAS CONVERTIDAS EN VERDUGOS

VÍCTIMAS CONVERTIDAS EN VERDUGOS Por: Sebastián Urbina.

Es típico de las sociedades totalitarias. No solamente las víctimas son convertidas en verdugos sino que los verdugos se convierten en víctimas. Pero ¿acaso la sociedad catalana es una sociedad totalitaria? Claro que no. En las sociedades totalitarias hay un poder absoluto del Estado y la libertad está grave y sistemáticamente restringida. Los casos de Stalin y Hitler podrían ejemplificar a este tipo de sociedades. No, creo que la sociedad catalana es, en preocupante medida, una sociedad autocrática.

¿En qué sentido? Hay una fuerte concentración del poder político en una sola dirección, el catalanismo obligatorio; hay un intento sistemático de permear todas las instituciones de la ideología catalanista; un intento de controlar la educación y los medios de difusión para perfeccionar esta tarea de adoctrinamiento generalizado; hay una descalificación y discriminación sistemáticas de los disidentes, del que A. Boadella es un ejemplo destacado. Finalmente, la mentira es el colofón necesario para negar toda esta tarea de ingeniería social que llevan adelante los políticos catalanistas. Con el apoyo de los autocalificados socialistas. ¡Y ellos se creen progresistas!

En esta sociedad tan avanzada, el secretario general de ERC, que forma parte del gobierno catalán, y diputado en el Congreso, afirmó ayer que el Tribunal Constitucional estaba 'deslegitimado' para resolver sobre el recurso contra el Estatuto de Cataluña. Añadió que si la sentencia es adversa 'habrá que dar la voz al pueblo catalán'. Imaginamos que mientras se cantan canciones patrióticas.

En esta sociedad tan avanzada, Carmelo González, un padre que ayunó para educar a sus hijos en español (ya sé que es increible) ha sido acusado de estar 'obsesionado' por la política lingüística de la Generalitat, de sufrir 'inadaptación social' y de 'utilizar' a sus hijos para su 'cruzada'. Este es un dramático ejemplo de conversión de una víctima en verdugo. Son los aromas pestilentes de la política catalana actual.

Cuenta Malinowski, en 'Crimen y costumbre en la sociedad salvaje' que con motivo del asesinato de un marido a manos del amante, y dada la ausencia de policías, jueces y cárceles, se procedió al aislamiento social del asesino. En una tribu, el individuo no es nada. Es como una gacela. Fuera del grupo no tiene escapatoria. Perece. Y así fue. Deambuló triste y enajenado por el poblado y sus alrededores hasta que se suicidó, colgándose de un árbol.

No creo, afortunadamente, que Carmelo tenga que hacerlo. Pero el ejemplo sirve para mostrar la soledad del corredor de fondo en una sociedad recelosa y cautelosa. ¿Y cobarde? ¡Silencio, hermanos! Dejemos que Carmelo vaya al psiquiatra. Es lo menos que le puede pasar al que se enfrenta a la Idea Sagrada. ¡Qué más da que la ley le apoye! No la cumplimos cuando no queremos hacerlo y no pasa nada. ¡Españolista el que lo diga! Además, en última instancia, lo que cuenta es, como dice Joan Ridao, 'la voz del pueblo catalán'. O sea, un orfeón. Por favor, tomen nota del que desafine.

Y seguiremos con las mentiras, rebozadas de sonrisas, hasta que la gente decida que ya no puede soportar más su maquillaje.

Sebastián Urbina.

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